De ninguna manera se puede decir que Colombia ha sido una nación fácil de manejar. Por el contrario, desde los remotos tiempos de la conquista española, cuando los ibéricos prácticamente arrasaron con toda una civilización indígena, pasando por los crueles tiempos de la independencia, y luego enfrentando las guerras civiles, todo ha sido un caos. Durante la Guerra de los Mil Días nuestros abuelos se mataban sin misericordia en cruel lucha fratricida, defendiendo un par de partidos políticos que durante toda su historia, hasta hoy, han estado inmersos en la más rechazable corrupción.
Pero lo que podemos llamar época moderna, que son los días que nos han tocado vivir, sobrepasa cualquier novela de terror. Durante cincuenta años hemos tenido que soportar la cruel oleada de sangre con que nos ha castigado la Providencia, enviándonos una plaga de asesinos más violenta que Atila y su Hunos, y los sanguinarios talibanes. Si uno supiera cuáles son algunas de las causas, que se pudieran llamar justificadas, para el baño de sangre en que nos mantienen los narcoterroristas, fuera de sus gigantescos y lucrativos negocios de la droga, se podría tener la alternativa de estar o no a favor de su crueldad; pero crear este panorama permanente de incertidumbre es totalmente fuera de lo normal.
Por eso, aunque nadie está en contra de las intenciones del gobierno en la pretendida búsqueda de la paz, la forma como se vienen llevando a cabo nos tiene desconcertados. Las actuaciones que con soberbia repugnante han demostrado los grandes capos en Cuba, ante las inquietudes demostradas por las gentes pensantes del país, casi que nos obligan a un total pesimismo sobre los resultados de las mal llamadas negociaciones de paz.
Desde el día en que se iniciaron los diálogos tuvimos la desagradable sorpresa del discurso de Márquez, quien en ese momento mostró lo que se nos venía encima. Durante este tiempo han ocurrido otros hechos que han acrecentado nuestras dudas; como cuando hace poco ante la pregunta de un periodista sobre las inmensas tierras que las Farc han arrebatado a punta de sangre a los campesinos, obtuvo como respuesta que cínicamente expresaran: ¿de qué tierras hablan? Esta anécdota es el reflejo del poco interés práctico que demuestran los bandidos para buscar una verdadera paz, y lo que pretenden prioritariamente es darse vitrina ante el resto del mundo, haciéndose pasar como si ellos fueran las pobres víctimas del conflicto, para que, ayudados por un enorme lobby que están desplegando ante ciertos países ingenuos como los nórdicos, poderse ir a disfrutar durante el resto de su vida de sus sucios negocios de estiércol del demonio. Con tal que se vayan aunque les vaya bien.
Entonces la gran inquietud que surge es si la forma como viene actuando el gobierno está, o no, bien direccionada. Ya van tres o cuatro salidas en falso en las que el gobierno ha actuado en una forma que no nos ha dejado satisfechos. La perentoria orden que dio un fariano para que se presentara a descargos el ministro de Agricultura, el ataque al alimón contra el presidente de Fedegán, el secuestro de varios policías, los ataques a la población civil en el sur y centro del país, ameritaban una reacción mucho más fuerte del gobierno, pero también de la sociedad civil, que se está viendo más y más acorralada y que terminará como el avestruz, clavando la cabeza dentro de la tierra. Ojalá salgamos con bien de esta encrucijada y el desconcierto se convierta otra vez en la tranquilidad que por un corto período de diez años logramos respirar.
P.D.: La gloria de los hombres siempre se medirá por los medios de que se han servido para obtenerla.