Cada vez nos sorprenden más las negociaciones del Gobierno Nacional con los criminales de las Farc en La Habana. Porque no parece que se estuviera llevando a cabo un diálogo entre enemigos de la patria con defensores de la misma, sino entre amigos, camaradas, socios y contertulios que persiguen un mismo fin. Y, lastimosamente ese fin no es, ni en lo más mínimo, lo que nos anuncian con descaro y desparpajo: la paz.
Por el contrario, vemos un Gobierno complaciente, amedrentado y casi cómplice con las acciones terroristas que su supuesto enemigo sigue perpetrando en diferentes puntos del país. Las Farc siguen secuestrando policías, destruyendo escuelas, dinamitando oleoductos, extorsionando inversionistas extranjeros, traficando armas y estupefacientes, y cometiendo una descarada e inhumana escalada de crímenes, y el Gobierno Nacional solo atina a decir que esas son las reglas del juego y que el proceso de paz va en excelentes términos.
Las Farc imponen condiciones absurdas como la de repatriar a Simón Trinidad, y el Gobierno guarda un misterioso silencio, y no sabe uno si es que se encuentra en unas de esas negociaciones secretas de las que siempre sale perdedora nuestra institucionalidad y dignidad. Las Farc llaman a ministros de Estado para que les rindan cuentas y el Gobierno solo se manifiesta diciendo que los ministros no se harán presentes, pero que esas cuentas se la rendirán sus delegados. Es decir, cambiamos de mensajero pero seguimos rindiendo culto y sumisión ante nuestros verdugos.
¡Qué tristeza! Con todo el terreno que se había ganado y en la forma en que se tenían acorralados a estos terroristas, para que llegue el presidente Santos a rescatarlos de sus guaridas, a darles un estatus de beligerancia y colocarlos en el mismo nivel del Gobierno legítimamente constituido… ¡No hay derecho! ¿Qué se busca en realidad? Hasta la saciedad está demostrado que a estos terroristas lo último que les interesa es la paz, pues en la guerra han encontrado su poder, su riqueza, su reconocimiento, su imperio… ¿Cambiarían todo esto por una cárcel? ¡No! Y menos cuando han logrado penetrar las Altas Cortes y, por su intermedio, encarcelar a sus más enconados enemigos como son los soldados y policías que otrora minaron su poder. O cuando se les ha devuelto, de facto, gran parte del territorio nacional para que sigan ejerciendo sus actividades ilícitas. Y menos aún, cuando encuentran en nuestro propio Presidente el mejor aliado de Chávez, su nuevo jefe ideológico y financiero.
Por eso no es extraño que de esa farsa de negociación salga la propuesta de darle un uso lícito a los cultivos de marihuana, amapola y hoja de coca. ¿De quién son los cultivos más grandes de estas especies en Colombia? ¿Quién las siembra, las recolecta, las procesa, y las comercializa? ¿Acaso no es la mayor fuente de ingresos de los terroristas de las Farc? ¡Claro! Pero como se trata de interponer utopías que logren acorralar aún más al Gobierno Nacional, pues se ponen sobre la mesa y logran convertir sus propuestas en sofismas de distracción para seguir organizándose en su estructura militar. Y en ese orden de ideas vienen proponiendo el acabar con los latifundios, pero sin mencionar que estos criminales son los mayores terratenientes del país gracias a las tierras que se han robado despojando y desterrando a sus legítimos propietarios. ¿Estarán dispuestos entonces a devolver esas tierras? ¡Lo dudo!
Vuelvo a preguntar: ¿qué se busca en realidad? De esta nueva farsa montada entre las Farc y el Gobierno Santos, lo único que no obtendremos será la paz. Por razones obvias y porque los terroristas vienen demostrando con sus actos que no les interesa entregar su poder. Pero el rédito político que están obteniendo las Farc y la vitrina internacional que el propio Gobierno les está dando es una ganancia enorme para estos criminales. Y mientras tanto, se fortalecen y extienden nuevamente su poderío en diferentes puntos de nuestra geografía.
Escribe Fernando Londoño en su columna de El Tiempo de ayer que "desde 1998 había escrito don Juan Manuel (Santos) que lo que a su juicio procedía para resolver el problema de las Farc era aliarse con ellas en un nuevo frente nacional". ¡Qué miedo! Ahora se empieza a entender el porqué de los diálogos secretos en Caracas y en La Habana durante más de un año, y que dieron origen a la farsa que hoy vivimos; ahora empezamos a entender las actitudes del Gobierno Nacional, sus cesiones, sus silencios cómplices, su adormecimiento ante las aberraciones de sus "aliados" y su indiferencia ante el recrudecimiento del poder de las Farc.
Pero, insisto: ¿qué se busca en realidad? Podríamos pensar que la reelección de Santos. Y de ser cierto, el costo que estaríamos pagando los colombianos por esa búsqueda sería, además de desproporcionado e injusto, innecesario, pues con la sola manipulación del presupuesto nacional y el direccionamiento de los recursos del Estado en beneficio de su campaña, en Colombia nunca será derrotado el presidente candidato. Sobran entonces esas alianzas macabras con los terroristas que hoy se pavonean y se dan el lujo de poner condiciones absurdas.
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Tanto que hemos mendigado recursos para Aerocafé; tanto que nos arredramos por los costos finales; tanto que dilatamos y dilatamos su construcción por falta de dinero; y pensar que con el valor de la nómina paralela que paga la Contraloría General de la República en dos años, podríamos cubrir totalmente los costos del Aeropuerto y sus vías de acceso. ¿Es esto justo?