La España del siglo XX dejó sus lecciones en la vida y obra de los humanistas, personalidades de alta formación intelectual, nutridos en la sabiduría de los clásicos griegos y latinos, herederos cercanos de la “Institución Libre de Enseñanza”, creada y regida por el sabio-pedagogo Francisco Giner de los Ríos, cuna de la generación de los Republicanos, muchos de ellos exiliados en Latinoamérica, en especial en México y Argentina, por la inclemencia de la guerra civil. De esa estirpe fue Gregorio Peces-Barba (1938-2012), jurista, político, esencial académico, rector-fundador de la Universidad Carlos III, donde tuve la oportunidad de visitarlo, con Livia, en 1998. Fue uno de los siete ponentes-redactores de la Constitución de 1978, el de mayor liderazgo, que condujo al retorno de la democracia, caso singular en la historia contemporánea, en tanto pacto social, y con posterioridad elegido presidente del Congreso de los Diputados.
España modeló en concertación de ideologías y partidos su carta magna, con personalidades caracterizadas por la sindéresis, de apertura a emblemática transición a la democracia. Peces-Barba estuvo en el centro de ese delicado proceso, de refinada filigrana, gracias a su acendrado espíritu democrático: moderado, respetuoso en las diferencias, ecuánime, comprensión cabal de la noción de Estado, y a la vocación por aunar esfuerzos para encaminar de nuevo a la patria grande por senderos fieles al desarrollo humano, integral. Identificado y reconocido él como un socialista liberal, que supo rechazar extremismos, ortodoxias e imposiciones. Se le reconoce autoría de algunos apartados de la Constitución, en especial la declaración de derechos y, entre otros más, del artículo que alude a la ‘equilibrada acción de una libertad igualitaria’, como premisa para que las personas puedan acceder a la dignidad. Adalid de la idea de un Estado social y democrático de derecho. Vocero de la realidad de no ser España una nación, sino un Estado plurinacional.
Peces-Barba desde sus tiempos de estudiante en Madrid tuvo reconocido liderazgo intelectual, que lo llevó a ser cofundador, con Joaquín Ruiz-Jiménez, de la revista “Cuadernos para el diálogo” (1963), con el tiempo convertida en el principal órgano opositor a la dictadura de Franco. De procedencia cristiana, sin nunca abjurar de sus creencias religiosas, devino socialdemócrata, miembro del PSOE. Su formación jurídica lo afianzó en conocimiento y difusión de Kelssen y Bobbio. Era frecuente escucharle aludir a Weber, recordando una sabia cita, que dice bien de su vocación optimista, innovadora y de emprendimiento: “Toda experiencia histórica confirma la verdad de que el hombre no hubiera obtenido lo posible si no hubiera pugnado, una y otra vez, por alcanzar lo imposible”. Convencido en las posibilidades reales del progreso, con el pregón de la defensa e impulso de los derechos humanos.
Su vocación didáctica lo tuvo como regente de cátedras de teoría del derecho, pensamiento jurídico y político, historia de las ideas, filosofía política, historia de los derechos fundamentales. Conferencista solicitado con avidez, ensayista, autor de una veintena de libros (“La constitución española de 1978”, “Derecho y política”, “Introducción a la filosofía del derecho”, “Derecho y derechos fundamentales o la democracia en España. Experiencias y reflexiones”, “La España civil”, etc.). Reconocido con doctorados honoris-causa en universidades españolas y de otros países. En la vida universitaria esgrimió de manera continua el criterio de ser el conocimiento el mejor motor del desarrollo humano y del progreso social.
En la elaboración colegiada de la Constitución, con su liderazgo moral, y de pensador, supo conciliar derecha e izquierda, no sin dificultades, incluso esgrimiendo su amistad con el vocero franquista Manuel Fraga, quien por momentos se resistía a conciliar con la izquierda. Y consiguió, con su admirable capacidad para el diálogo inteligente, el anhelado consenso, con despliegue de argumentos y sostenida moderación en los debates, en virtud de su más acendrada disposición para la concordia.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores publicó en 2005 obra suya: “La España civil” que el autor dedicó a tres figuras representativas en esa condición: Antonio Machado, Fernando de los Ríos y Manuel Azaña. Obra donde se trabaja la esperanza, a pesar de las odiseas con los crueles fanatismos y reivindica a los heterodoxos que han sido víctimas de procederes dogmáticos: religiosos, políticos y sociales. En ella expone, con amplitud, los pilares y la construcción de la España civil, con amplio capítulo de su autobiografía intelectual.
Su vida fue de actividades intensas, profundo estudioso y comprometido con las nobles causas sociales y educativas. Defendió la actitud crítica de los intelectuales, pero sin formas destructivas, antes bien hizo extensiva la pedagogía de no quedar en la crítica sino atreverse a formular alternativas, de lo contrario se caería en el nihilismo. Actitud constructiva, como exigencia moral.
En el propósito de la España civil asume antecedentes históricos de la República, hacia la laicidad, con separación de Iglesia y Estado, lograda en la Constitución de 1978, pero hay vertientes religiosa y política que han querido volver atrás, imponiendo confesionalismo, a la manera de una ética pública dogmática, en rechazo al saludable pluralismo heterodoxo. Distingue la ética privada de la pública, como necesidad en la comprensión de la dirigencia y de la colectividad, con apoyo, por ejemplo en Habermas y Rawls, quienes coinciden en estimar que la sociedad no puede valorarse en términos de bien y mal, y no puede imponerse una concepción del bien a la manera de razón pública. La ética pública se identifica con la idea de justicia (libertad e igualdad), y la ética privada es la individual, la personal, con el propósito de conseguir autonomía, felicidad o virtud. La ética del creyente no puede ser ética pública; en lo público debe prevalecer la ética laica. La religión debe preservarse en el ámbito privado. Determinaciones en contrario, por parte del Estado plurinacional, implicarán echar por la borda la España civil. Y, en términos generales, esa concepción de sociedad tiene validez global. Enfoque que debe ser motivo en el desarrollo de la Cultura, en el proceso inacabado de civilización.
Dispone como punto de partida a Kant, en la idea de dignidad: el ser humano no es un fin ni es un medio para nadie, no tiene precio alguno. La cual reúne en la consideración de Rousseau, contenida en el “Contrato social”: nadie puede ser tan pobre que por esa condición acuda a venderse, ni nadie tan rico que se atreva a comprar al otro. Saber en la historia de la cultura que le permite a Peces-Barba criticar, con sentido constructivo, el proceso actual de liberalismo económico y de globalización, de consecuencias que advierte “nefastas”. A su vez, evoca la caída del comunismo en la URSS no propiamente por el “igualitarismo” sino por lo “totalitario”.
En su condición admirable de pensador, en coherencia con su línea filosófica, Peces-Barba llegó a concebir que “solo la vida humana trasciende a la muerte cuando es capaz de soñar un futuro mejor”.