El viernes 8 de febrero el gerente de Aerocafé dio unas declaraciones extrañas al periodista Juan Carlos Layton de LA PATRIA, sobre el proyecto entregado a su responsabilidad.
Declaraciones que perturban el ánimo y también el ambiente que enmarca este decisivo proyecto. Decir que está de acuerdo que lo que tiene en sus manos es faraónico, algo que significa despilfarro, es malo.
El señor gerente es un profesional apreciado y admirado en esta columna. Su talante de líder y su condición de hombre honesto, virtudes indispensables para garantizar el éxito de grandes responsabilidades, la persuaden. Por eso son extrañas las manifestaciones aludidas.
El Aeropuerto del Café ha tenido que sufrir inmensas vicisitudes. Iniciación sin estudios suficientes. Hacer caso omiso de advertencias que se hicieron en su momento, por ingenieros reputados, sobre la inestabilidad del suelo para una actividad de gran peso como un aeropuerto. Insistencia en fabricar terraplenes con gran movimiento de tierras y con altísimo costo. Lo más grave, una gerencia acusada de politiquería corrupta que desacreditó el proyecto nacionalmente y, peor, ante las arcas nacionales de las cuales ha vivido desde su nacimiento.
No es del caso abundar en la relación de tantos momentos tristes. La suerte es que su gerencia está hoy en manos honestas e idóneas. El señor gerente está tranquilo porque de entrada y de acuerdo con las directivas, según le ha contado al suscrito, contrató estudios con firmas de ingeniería, de suficiente idoneidad, que estudiaran todas las condiciones técnicas de este proyecto, vital para la capital de Caldas.
Lo lógico es esperar estos estudios y después que vengan las opiniones.
El cumulonimbus en que se encuentra la construcción de Aerocafé, ha crispado los nervios del gerente y seguramente de sus directivas. Según las declaraciones aludidas, ya no es para ellos el gran programa de un aeropuerto moderno y de dimensiones, para un desarrollo regional, impulsado por el mismo proyecto. La nueva propuesta es la de un pequeño aeropuerto de 1.400 metros una alternativa aceptada por el señor gerente.
No señor gerente, usted no se puede amainar dando lugar a alternativas y menos aceptando la posibilidad de construir esta magna obra de a poquitos, porque en el primer poquito se queda para siempre.
No se puede vacilar en lo que se pretende, un aeropuerto inicialmente de 2.400 metros que puedan recibir aviones de mediano peso, con reservas para un futuro desarrollo que seguramente será una realidad si es verdad lo que con tanto vigor se ha señalado.
Seguramente los estudios tan esperados dirán que en ese suelo no se puede construir un aeropuerto como el que se tiene en mira. Pero usted tiene la solución en el ferro concreto, en forma de viaducto si se quiere, como los aeropuertos que se están construyendo actualmente en las ciudades importantes del mundo. La situación geográfica de Aerocafé no se puede desperdiciar, porque puede ser la mejor en el país.
Los estudios de marras, si algún día llegan, son para una pista de 2.400 metros, para pasajeros y posteriormente de 3.600 metros para carga. El café podrá ser pronto la gran carga que transportaran los aviones de la región. Para los escépticos, esta experiencia puede ser premonitoria.
En la década de los setenta, el suscrito fue partner de golf de uno de los dos hermanos Espinosa, los mayores exportadores de café en esa época. La cercanía permitió ser testigo de cómo resolvieron una emergencia de cumplimiento, despachando por avión varios embarques de café.
La tecnología aérea es de un crecimiento exponencial y ya debe tener resuelto el transporte de productos como el café. No puede ser que cinco horas volando no sean prioritarias a casi un mes por carretera y mar.
El tiempo es oro. Y cada día es más costoso, a medida que los rigores de la eficiencia y de la competitividad lo apuren.