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Las tribulaciones de un papa

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Ahora, cuando todo el mundo sabe todo del papa, aparecen los amigos y muy pocos contradictores; cuando emergen especialistas, por doquier, en asuntos del Vaticano; cuando comienza el juego de las cábalas sobre la sucesión, cuando se dejan de lado las palabras del papa sabio sobre su retiro e irrumpen mil teorías, casi siempre combinadas, sobre las causas de su abdicación, entonces hay que leer sobre el papa, sin importar a qué religión o secta se pertenece.

Han escrito de un papa:

"La Iglesia tiene su propia, enorme, inercia, su propia inmovilidad glacial… No es, como la verdad, una prenda sin costuras, pero es casi tan difícil como con ella descoserla y volver a darle forma…

El peso de su cargo actúa sobre los hombros de un pontífice como una capa pluvial que fuera de plomo… Antes de que pase demasiado tiempo, comprende que un día terminará por aplastarlo…

Sabe, también, que puede ser destruido por sus propias debilidades, del mismo modo que Pedro supo que había traicionado a su señor tres veces ante las burlas de una joven sirvienta y que Pablo supo que había permanecido en silencio encubriendo a aquellos que habían lapidado a Esteban….".

Un papa ha escrito:

"…Viviendo así, a la sombra del juicio, me veo obligado a juzgarme a mí mismo con la mayor severidad. Todavía estoy investido de autoridad, pero el poder para ejercerla se me está escapando de las manos. Hace ya bastante tiempo que me he visto obligado a delegarlo cada vez más en hombres que yo mismo he designado y, sin embargo, en última instancia, sigo siendo responsable por lo que hacen. Lo que más me preocupa en estas horas grises es el ejercicio de mi poder sobre las conciencias de hombres y mujeres, el poder de atar y desatar que, a lo largo de los siglos, con demasiada frecuencia hemos ido engordando hasta convertirlo en tiranía.

Lo que yo mismo he pensado que se justificaba como un ejercicio legítimo de la autoridad lo veo ahora como una intervención cruel a menudo oportunista. He actuado más como un general que despliega los ejércitos que están bajo sus órdenes, que como un pastor que vigila a sus ovejas dispersas pastoreando en las vastas laderas de las colinas, expuestas a las incursiones de los depredadores. He rechazado el consejo de nuestro Señor: dejar que la paja y el trigo crezcan juntos hasta la época de la cosecha. En lugar de ello, he enviado a bastos hortelanos a arrancar la paja, y la buena semilla ha sido arrancada con ella.

En todo esto, he invocado los consejos de hombres a quienes yo mismo había designado, de modo que la voz que escuché fue siempre la mía. Para justificar mis decisiones, he contado con la tolerancia de los cristianos leales y con la ignorancia absoluta del vasto rebaño que pasta en las praderas más remotas. ¿Por qué he sucumbido a ésta, la más insidiosa de las traiciones? Porque la veía como un medio idóneo para continuar mis políticas para la Iglesia hasta mucho después de que mi reino haya terminado. Hay un temor arraigado en todos los que gobiernan: que respetar el disenso es fomentar la rebelión. De modo que, sean buenos o malos, dejamos que nuestros edictos cuelguen de los muros de la ciudad hasta que la lluvia de los siglos los haga desaparecer. Mientras estén aquí, pueden ser invocados contra los incautos y los desprevenidos.

Es fácil encontrar colaboradores en esta continuidad del poder, porque ellos me consideran su garante, su justificación contra toda proscripción. Más aún, su poder seguirá incólume después de que el mío se me haya deslizado de las manos. La costumbre no hará más que confirmarlo. El desafío no logrará otra cosa que tornar más riguroso su ejercicio.

El terror que me invade ahora es éste: estoy demasiado viejo para cambiar nada. Mido mi vida como un niño, por el sueño y el despertar, por las oraciones que digo a la hora de acostarme y los agradecimientos por un nuevo día. Qué le responderé al Dios en cuyo nombre gobierno, al Señor Jesucristo cuyo Vicario reivindico ser…".

Escrito entre 1996 y 1997 por Morris West, en su novela Eminencia. También escribió: Las sandalias del pescador, El Abogado del diablo y Los bufones de Dios.


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