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El manantial termal más grande de Europa

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Dejamos Akureyri, la hermosa ciudad del norte de Islandia. Yo sabía de la impresionante belleza de los fiordos del norte, especialmente de dos. Me había informado en libros y en fotos y me impactaba la solemne y salvaje soledad de esas hondas entrantes del mar en la tierra, pero no tenía tiempo para visitarlas. Así que los fiordos de Holtavorduheidi y Borgarfjördur me esperan y ello será en mi próxima encarnación. Seguimos ahora en dirección suroeste. La carretera atraviesa valles y más valles en los que perdidas en la inmensidad vemos granjas cuyas casitas están pintadas en vivos colores. Siendo como soy yo, y ya sin remedio, estos paisajes idílicos alborotan no sé qué en mi alma. Yo diría que nostalgias de mundos perdidos en los que alguna vez viví, o por donde vagué en vidas anteriores. Ya sé, me enredé tratando de explicar algo muy hondo, muy íntimo, muy inexplicable, que forma parte de la profundidad de mi ser.

Cerca de Akureyri habíamos visitado un pueblito en el que una granja llamada Glaumbaer ha sido acondicionada para el turismo. Se trata de varias casitas cuyos techos están cubiertos de hierba, de manera que al mirarlas por la parte trasera se encuentran totalmente disimuladas en el paisaje. Entramos a visitarlas. Las paredes son de tierra dura y nos dicen que en invierno son calientes y en verano frescas. Adentro podemos admirar todo lo que hay en una casa, desde la cocina, la sala, el comedor, el baño, el cuarto de trabajo, etcétera. La granja existe desde hace doscientos años y ha ido pasando de padres a hijos y ahora está habilitada sólo para el turismo. Hacia 1900 este tipo de granjas era común al norte de Islandia. El cemento fue reemplazando poco a poco los techos y paredes de tierra y hierba. Al lado hay una iglesia muy hermosa rodeada por el cementerio. Todo parece de postal.

Siguiendo nuestro viaje llegamos a una serie de cascaditas de nombre Hraunfossar, bellas como todas las de ese encantador país. Llama la atención que todas las montañas de este país, con excepción de dos o tres que las guías de viaje señalan especialmente, son chatas como mesas. Este viaje ocurre en el verano del hemisferio norte. Sin embargo todas las montañas tienen nieve, menos que en invierno desde luego, pero que no se derrite en el verano, dada la cercanía del país al Círculo Polar Ártico. Me quedaba boquiabierto mirando las formaciones curiosas de la nieve en las laderas de las montañas. No se me quedó una sola montaña sin quedar prisionera en mi cámara fotográfica.

Cerca de las cascadas de Hraunfossar se encuentra el manantial de aguas termales más grande de toda Europa en cantidad de agua. El manantial arroja 180 litros por segundo y el agua sale a 90 grados centígrados. El nombre del lugar es Deildartungver.

Desde lejos veíamos la nube de vapores que constantemente envuelve el lugar. Hay un conjunto de pasarelas por las que el visitante recorre los nacimientos. Una serie de gruesos tubos reparte el agua a las poblaciones vecinas y llega hasta Akranes, poblado que se encuentra a 65 kilómetros de distancia. Esta es la calefacción natural de los habitantes de la zona. En medio de los vapores crece un helecho llamado "deer", que es endémico, con un endemismo muy localizado. Solamente crece en esta zona; en el resto de Islandia no se lo conoce.


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