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“El muerto había dejado de existir…”

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La semana pasada llegó a mis manos un documento. Era una imagen impresa, la foto de un escrito judicial ya viejo: una acta de diligencia de levantamiento de un cadáver.

En éste se leía: "Siendo las diez y media de la mañana del día de hoy veinticinco de agosto (25) del año de mil novecientos sesenta y dos (1.962), el suscrito Inspector Departamental de Policía del corregimiento de Mateguadua (Valle) [en Tuluá], se traslado con los don [¿dos?] peritos y el secretario a la carretera que de mateguadua conduce a la vereda de rio Loro para llevar a cabo la diligencia de levantaniento de un cadaver (…)"

Lo que ven, prueba que no es cierto que el derecho haya usado una única forma de contar y escribir la verdad del conflicto y la violencia. Evidencia que existió –o que aún existe– un modo de narración más espontáneo, más popular y más local, uno que permitía errar gramatical, retórica y ortográficamente para poder hacerse coloquial y autóctono; todo para que las víctimas, y de paso el resto, comprendieran e hicieran común su tragedia a través de una narración que asumieran como propia.

Se trata de una forma de narrar que se aleja hasta cierto punto de lo que hoy hacen los documentos judiciales y los informes de las facultades de derecho y de las organizaciones internacionales. Éstos se caracterizan por una tecnicidad, una abstracción y una falta de estilo que difícilmente generan apropiación entre las comunidades.

Véase cómo no habiendo recursos técnicos para la identificación del muerto, el narrador se sale con la suya al darle algún tipo de rostro. "(…) se encuentra sobre una charca de sangre el cadáver de un individuo de sexo masculino de una 48 años de edad aproximadamente, al parecer casado porque tiene una argolla de matrimonio en el dedo anular de la mano izquierda, de profesión mecánico porque la ropa la tiene untada de grasa quemada, de piel morena tirando a negra, flaco, carepalo y medio canoso y de unos 1,60 metros de altor, desconociéndose mas datos sobre la personalidad del muerto por tratarse de una hombre forastero y sin amistades de la región.".

Fíjense, por ejemplo, que elementos como un anillo, una mancha de grasa y la falta de amistades son suficientes en cierto contexto para empezar a conocer de quién se habla. Los instrumentos convencionales que usa el derecho actual para narrar el conflicto –como los enumerados antes– generalmente comienzan por desestimar este tipo de elementos narrativos, dizque por "insignificantes". En cambio resaltan técnicas sofisticadas de identificación y caracterización de las víctimas, como las pruebas forenses y científicas. ¿Pero qué tendrá más significado para las víctimas en una narración que es, ante todo, para ellas?

Nuestro narrador continúa: "El cadáver del difunto se encuentra bocarriba, (…) con la cabeza medio ladiada como mirando un guanábano en completa producción, con el brazo derecho estirado hacia un lado y como saludando a alguna persona (…), los pies semicruzanos como haciendo el numero 4 (cuatro) y en aptitud totalmente rígida. Como huellas de violencia (…) preseta un machetazo en la cabeza (…), otro en el pescuso [¿pescuezo?] que le alcanzó a afectar un escapulario de trapo completamente borroso, otro en la paleta izquierda que alcanzó a llegar hasta cerca del espinazo, otro en la región del nalgatorio que le interesó mayormente la nalda [¿nalga?] derecha y parte del guesito de la alegría, (…). Se ve claramente que los autores del asesinato no le pegaron mas machetazos al cadáver porque seguramente vieron que el muerto había dejado de existir."

Las expectativas alrededor de las herramientas de reconstrucción de la verdad cada vez son mayores, más aún si vemos que la reparación (y restitución) aún está por verse y que la justicia se quedó paralizada entre extradiciones y reveses procesales. Así que el Centro de Memoria Histórica y el sistema de Justicia y Paz deben reforzar su apuestas por la verdad y afinar sus métodos de narración para estar a la altura.

Las demandas de verdad, más que volver las cosas a su lugar o responsabilizar a los culpables, son las que buscan que se relate el país que las comunidades no quieren volver a vivir; son las que reinventan el futuro. Con un derecho que se vale de los lenguajes locales también se puede ser creativo al narrar.

"(…) No siendo mas el objeto de la presente diligencia se firma por el suscrito Inspector y el secretario a doc y no por los peritos por razones obvias (...)"


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