Las TED talks, que son una serie de charlas que se pueden ver a través de la internet con el fin de divulgar ideas interesantes o novedosas, se han vuelto un punto de referencia para aquellos que disfrutan ver otros puntos de vista sobre lo que sucede en el mundo, sus políticas, su ciencia y su cultura.
Hace poco vi la ponencia del trinitario Afra Raymond sobre la corrupción. Al exponer ejemplos de su país (Trinidad y Tobago) hubo algo extrañamente familiar a lo que sucede en Colombia y, sobre todo, Caldas.
Raymond, que ha trabajado en los sectores público y privado como asesor y es presidente de una asociación de constructores, contó que hace 40 años su país vivió un momento de gran riqueza gracias a que en ese archipiélago vecino de Venezuela se descubrieron yacimientos de petróleo y gas natural. Con algo parecido a la locomotora de la minería del presidente Juan Manuel Santos, el primer ministro trinitario de ese entonces permitió que otros países explotaran esos recursos, siempre y cuando dejaran buenos petrodólares. También aparecieron las sociedades público-privadas.
Con la llegada del dinero comenzó el auge de la construcción y de innumerables proyectos en Puerto España, capital de Trinidad y Tobago. Se hablaba de millones de millones de dólares que entraban a ese país, pero la gente no veía esa riqueza reflejada en su realidad. Hasta que en 1982, y tras muchas denuncias de corrupción, el mismo Estado emitió un reporte en el que explicaban que solo uno de cada tres dólares que entraron a esa nación se destinaron para producir bienes o servicios. El resto se despilfarró o se lo robaron.
De manera curiosa, por esa misma época el Parlamento aprobó una ley que blindaba a ciertas instituciones estatales y empresas multinacionales a revelar información que pudiera comprometerlos. Cualquier parecido con las mineras canadienses o las petroleras chinas que hay en Colombia es mera coincidencia.
Pero Raymond usa como mayor ejemplo de corrupción el proyecto Piarco. Piarco es el aeropuerto internacional de Trinidad y Tobago que a comienzos de los 90 un grupo de emprendedores decidió renovar aprovechando el boom económico. A través de una asociación público privada empezaron las obras de remodelación de aeródromo, pero con el proyecto adelantado se dieron cuenta de que era mejor construir un nuevo aeropuerto. Uno más moderno y bonito.
El proyecto se haría entre 1996 y el 2001 y, como nuestro Aerocafé, este empezó a sufrir atrasos y a tragar dinero. Siempre había que hacer nuevos estudios, nuevos trazados... Menos mal o tenían que hacer terraplenes. Finalmente la obra, a los trancazos, se terminó. Costó 1,6 billones de dólares trinitarios (algo así como 300 millones de dólares). Muchísimo dinero. Entonces vinieron las investigaciones.
Estas demostraron, hasta hace poco, que de esos 1,6 billones, los emprendedores de Piarco habían desviado a cuentas bancarias internacionales 1 billón de dólares. Los costos del aeropuerto estaban inflados, se pasaron la plata entre los contratistas (cualquier parecido con las investigaciones que ha hecho LA PATRIA es pura coincidencia) y todo se perdió en paraísos fiscales.
Recientemente el diario La República publicó una nota en la que Luis Fernando Mejía, gente de la Asociación Aeropuerto del Café, en la que cree que el proyecto tiene una última oportunidad de financiarse con dineros del Estado. A Aerocafé, dice, le han invertido 180 mil millones de pesos (140 mil son aportes de la Nación).
Sin embargo, pregunta La República, se habla de que el proyecto alcanzaría los $1,3 billones. La respuesta del gerente: "No me voy a referir a precios (...) No tenemos el valor, pero sí tiene viabilidad técnica y económica". Esto tiene un agravante, después de tanta inversión, el proyecto puede ser cancelado.
Los terraplenes, ¿Sí se han tragado toda esa plata? ¿Existe un verdadero interés por un proyecto de desarrollo regional o es solo para engordar los bolsillos de unos pocos?
Como dice Raymond: "para evitar la corrupción se necesita ser transparente".