Lo sucedido en la Capilla Sixtina del Estado de la Ciudad del Vaticano el pasado miércoles cuando la fumata blanca le indicó al mundo expectante, pero muy especialmente a los católicos, que casi en tiempo récord la mayoría de los 115 cardenales electores (77 en la quinta votación) escogieron al nuevo Papa Francisco, se puede tomar como claro referente de lo que debería ser o podría pasar en adelante en otro "estado" llamado Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (Federacafé).
Sí, porque cuando las instituciones u organizaciones pomposas, elitistas, cerradas, burocratizadas y casi inexpugnables no dan los resultados esperados, se salen de su norte, equivocan el camino y se postran ante otros poderes sin atender los intereses y las necesidades de los suyos, que es a quienes se deben, tienen que acabarse o replantearse según la gravedad del momento.
Y eso es lo que le está pasando a la Iglesia Católica, o por lo menos parece el comienzo de un cambio histórico, con un Papa jesuita y latinoamericano que promete un revolcón impensado en el manejo de una estructura que se fundamenta en la fe y el amor a Jesucristo, pero que por efecto de vanidades, de pulsos de poder, de acciones pecaminosas y de las adoraciones de un pueblo confundido, materialista y con escasos valores morales, además de los problemas comunes por efectos naturales, económicos y sociales, parece avanzar sin muchas esperanzas y lejos del camino indicado para la salvación.
En ese orden de ideas pero hablando de un gremio hecho a pulso y con el esfuerzo de los pequeños, medianos y grandes cafeteros; que tiene una fuerte estructura organizacional; que le ha dado, le da y le puede seguir dando buena imagen, recursos económicos y cierta sostenibilidad agraria al país; que tiene valiosas marcas propias que le significan millonarios recursos a la organización y al gobierno, aunque sin retribuciones para los cultivadores, lo que más le conviene a la Federacafé es que su timonel, Luis Genaro Muñoz Ortega, al mejor estilo del dimitente papa Benedicto XVI, reconozca que dando un paso al costado puede aportarle mucho más a la caficultura nacional que quedándose en el cargo.
Hoy lo que necesitan los cafeteros, similar a lo que promete el Papa Francisco, que ha comenzado a salirse de complejos y excesivos protocolos, que anuncia manejos austeros y que quiere reorientar el papel de cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes, es un gerente peregrino, que se unte de pueblo y que vaya por los departamentos y municipios conociendo realidades y palpando cómo funciona la institucionalidad allí, es decir, viendo aciertos y desaciertos de los comités municipales y departamentales.
No es que se le vaya a pedir al sucesor de Muñoz Ortega que tiene que dejar a un lado las exigentes obligaciones ejecutivas que le competen en Bogotá o en el mundo, pero sí debe ser mucho más cercano al caficultor de a pie que no es otro que el que recorre sus predios para saber si va a tener una buena o mala cosecha y por lo tanto deba o no replantear su esfuerzo como agricultor. Eso significa entonces que su interlocución con los directivos y voceros de comités departamentales y municipales, como buen órgano federativo, tiene que ser tan importante como recibir o atender los llamados de los ministros de Hacienda o de Agricultura.
Le hace un daño enorme a la caficultura y a la propia Federación el doctor Luis Genero Muñoz tratando de mantenerse a toda costa en su puesto cuando ha perdido en su gran mayoría el apoyo nacional del sector. No sé si su problema tenga que ver con las dificultades para comunicarse con los dirigentes, sin embargo extraña que su relación con ellos no sea la mejor mientras con el Gobierno Nacional siga abierto y dispuesto a obedecer lo que desde allí le indican. Eso quedó en evidencia con el papel que cumplió en el diálogo con los promotores del paro cafetero en Pereira donde fue relegado, quedando el control en manos del Vicepresidente Angelino Garzón y de los ministros escogidos.
Se negoció un acuerdo amplio y favorable para los cafeteros del país, pero sin el principal y más importante de sus representantes, el gerente General de la Federacafé. Y él ni siquiera protestó o reclamó porque no se le haya incluido en esa negociación, cuando es el vocero natural y obligado del gremio en el país. Tiene razón la dirigencia cafetera de Caldas, con el renunciado Mario Gómez Estrada a la cabeza, al insistir que a Luis Genero Muñoz se le acabaron los plazos y se le agotaron las excusas.
Es natural pues que desde los cargos directivos quienes deben cumplir con políticas y programas de gran impacto general ofrezcan cambios y hagan demagógicas promesas. Hoy parece que nos asomamos a una nueva realidad de la Iglesia Católica merced a los pasos que comienza a dar el Papa Francisco. En el caso de la Federación esperamos que la sucesión llegue pronto sin tener que esperar fumatas blancas o comprometidos jesuitas.