Llegan los días más importantes de la Semana Santa, cuando se recrea la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Aunque muchos optan por esta época por descansar y no necesariamente por rezar, lo importante es que lleven en sus corazones la intención de reflexionar acerca de sus vidas y las de los suyos, con la firme intención de mejorar y lograr cada vez una mayor armonía y vida familiar llena de buenos sentimientos y ánimo de prosperidad con la unión de esfuerzos.
En esta ocasión estrenamos papa en plena Semana Mayor, y para más satisfacción de origen latinoamericano. Como él mismo lo ha pedido, es la oportunidad de orar por el jerarca católico, Francisco, para que su misión en la Tierra le salga muy bien, y de esa misma manera todos los católicos encontremos el camino indicado en nuestras vidas, para que solo haya momentos de felicidad y que nuestras existencias tengan un sentido profundo, que se traduzca en una excelente convivencia con nuestro prójimo.
Ojalá que estos días nos sirvan a todos para reencontrarnos con quienes hemos estado alejados, para hacer cada día más placenteras nuestras experiencias en la familia y en el trabajo, y que al final de la semana nos sintamos renovados, con ansias de cambios positivos y la fuerza suficiente para hacerlos. Que llegue la Pascua con planes bien cimentados de avanzar hacia un contacto cada vez más cercano con el ser supremo y con sentidos más profundos de amor y de amistad.
Si profundizamos en las intenciones de ser cada vez más comprensivos, más abiertos al bien, con una mejor disposición de ayudar a quien está desorientado o a quien está equivocado, podremos luego sentir la satisfacción de obtener resultados palpables en nosotros mismos y en los demás, en la difícil tarea de construir un mundo mejor para todos. Es seguro que en el reciente pasado nos hemos equivocado también, que nos hemos dejado llevar por el camino errado, por lo que debemos aprovechar muy bien estos días para limpiar nuestras almas.
Nuestro país afronta en estos momentos una singular coyuntura, en la que persiste la guerra, pero hay esperanzas de lograr la anhelada paz con un grupo guerrillero que sea excedido y que ha sido autor y promotor de dolores profundos en la sociedad colombiana. Esperamos que, alejados de simples intereses políticos o conveniencias económicas, los miembros de las Farc asuman con responsabilidad esta oportunidad que les brinda la historia y acuerden con el Gobierno el fin del conflicto. Hay que unir voluntades para que esa buena nueva llegue este año.
Sería muy bueno que se concrete la visita a nuestro país del nuevo papa, quien podría darle un impulso definitivo a las intenciones de hacer la paz. Los católicos colombianos debemos guardar la esperanza, sin claudicar, de que después de cerca de seis décadas de guerra sin pausa, el país pueda iniciar otro camino bien distinto, en el que el entendimiento y las buenas relaciones entre los distintos sectores de la sociedad se den sin violencias.
Esta semana especial es la gran oportunidad para reflexionar sobre nosotros, nuestras familias, nuestros barrios, nuestras ciudades, nuestro país y acerca del mundo entero, pensando en aportar un grano de arena al bienestar de la humanidad. Es un tiempo para la catarsis de las almas, es el momento para el arrepentimiento y la oportunidad para renovar los votos de fidelidad a una vida sana, siguiendo el mensaje amoroso que nos ha enseñado en estos pocos días el papa Francisco, quien inspirado en San Francisco de Asís tiene una sensibilidad especial por los desprotegidos, pero también el carácter para enseñarles a pescar y a salir adelante por sus propios medios, solo apoyados en la fe y en ánimo por ser mejores.