Hasta el veteranísimo escritor Abdón Espinosa Valderrama cayó en la trampa del vitando ‘lenguaje incluyente’ en la siguiente frase: "…revivió la Alemania escindida por fuerzas extrañas (…) hasta el punto de que su actual gobernanta es oriunda de la zona modelada a imagen y semejanza del totalitarismo soviético" (El Tiempo, 21/3/2013). ‘Gobernanta’ es una palabra que llegó al diccionario de la Academia de la Lengua apenas en 1970, con la siguiente acepción: "Mujer que en los grandes hoteles tiene a su cargo el servicio de un piso en lo tocante a la limpieza de habitaciones, conservación del mobiliario, alfombras y demás enseres". En la edición de 1992 le agregó esta otra: "Encargada de la administración de una casa o institución". A la primera acepción, el diccionario de María Moliner le añade: "Específicamente, a la encargada de la servidumbre y el orden en un hotel". Pero, por el tipo de letra que usa para ella (la cursiva), asegura que es poco usual. Usual o no con estos significados, no es la palabra apropiada en la oración del columnista, que debió emplear ‘gobernante’, así: "…su actual gobernante es oriunda de…". ‘Gobernante’ es el participio presente o activo de ‘gobernar’, y es invariable en cuanto al género, como deben serlo todos los nombres cuyo origen es el mismo, verbigracia, ‘estudiante, constituyente, practicante, teniente, asistente’ y ‘presidente’. Este último, sin embargo, con su grafía femenina de ‘presidenta’ es ya una palabra centenaria en nuestro idioma con los siguientes significados: "La que preside. // 2. La mujer del presidente". Así hasta la edición del diccionario de la Academia de la Lengua de 1992, en el que le intercala éstos: "Presidente, cabeza de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc. // Presidente, jefa del Estado". Con los cuales da a entender que tanto de ‘presidente’ como de ‘presidenta’ se puede tratar a, digamos, la Cristina de Argentina. O de ‘jefe’ del Estado. ‘La presidente’ y ‘la jefe’, combinaciones castizas, armoniosas y vigorosas.
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En su columna del 27 de marzo de 2012, la psicóloga María Leonor Velásquez Arango dice que ‘ministerio’ viene del latín ‘minister’ (servidor), y esto está muy bien. Añade que ‘poder’ viene también del latín "posere, que podría traducirse ‘ser posible’ o ‘ser capaz’, esto sí, muy mal, porque ese término, ‘poder’, que puede ser verbo o sustantivo, procede del infinitivo latino ‘posse’ (poder, tener poder), a través de ‘potere’, infinitivo también del mismo verbo, pero en el latín bajo o vulgar. De estas raíces, sobra decirlo, provienen otras voces, como ‘potencia, posibilidad, poderoso, potentado, impotente, prepotencia, poderío’, etc.
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Adjetivos y adverbios son partes distintas de la oración, cuyos oficios no pueden ser intercambiados. No obstante, hay algunos que pueden ser o adjetivos o adverbios, por ejemplo, ‘pronto’, que, como adjetivo, significa ‘acelerado, veloz, dispuesto’, etc.; y como adverbio, ‘prontamente’. La literatura admite la figura ‘enálage’, incorrecta gramaticalmente hablando, que consiste en darle a una de las partes de la oración el oficio de otra, ejemplo de lo cual podría estar en esta oración del muy original y buen columnista deportivo de LA PATRIA, Esteban Jaramillo Osorio: "Hay que jugar estratégico, con la cabeza y los pies" (22/3/2013). Pero, me parece, en ella la figura está traída de las mechas, no ‘cuadra’. Mejor, sin lugar a dudas, con el adverbio correspondiente, así: "Hay que jugar estratégicamente…", o con su sustantivo como complemento circunstancial de modo, de esta guisa: "Hay que jugar con una estrategia…". Del ‘presente histórico’, otro ejemplo de ‘enálage’, abusa el ex presidente Andrés Pastrana Arango en afirmaciones parecidas a la siguiente: "En esa época, yo me reúno con Tirofijo…". Pero no es ‘enálage’ decir "diálogos por la paz" en lugar de "esfuerzos por una reelección"; o "diálogos con la guerrilla" por "negociaciones con una banda de terroristas y narcotraficantes". Y, valga la verdad, ignoro cómo se pueda llamar esta figura. ¿Equívoco? ¡Hum!
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En un artículo de El Tiempo, escrito por Jorge Quintero, y dedicado a Olimpo López, experto fabricante de pasteles y responsable del ‘milagro’ del ponqué Ramo, dice: "Pero, sin duda, su gran éxito ha sido el Chocoramo" (24/3/2013). Es una deuda vieja: Desde diciembre del año pasado, algunos lectores, entre ellos Giovanna López Ruiz, se preguntan por qué Chocoramo y no Chocorramo. La única respuesta posible es ésta: De acuerdo con las normas de la ortografía, debería escribirse Chocorramo, pero, como se trata de la marca registrada de uno de los productos de esa empresa, debe escribirse tal como sus dueños la registraron. Ejemplos de este fenómeno se encuentran por montones en el comercio y su publicidad, muy especialmente en los nombres propios de artistas y grupos musicales. Lo cual, sin duda, no tiene remedio.
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La frase de la quincena: "En los hechos, 22 personas recibieron valorización médica y 4 resultaron heridas" (LA PATRIA, redacción, Sucesos, 25/3/2013). Sin comentarios.
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La VEINTITRÉS: Lo que esta calle necesita es más fogones en todas sus esquinas, que bloqueen los andenes con las pipas de gas y las cajas de instrumentos e insumos, para que los peatones se puedan bajar a la calle y por ahí discurrir.