Usted sabe lo que es un mazacote. No lo busque en el diccionario. Cuando algo se convierte en una suma inerte y repugnante de cosas dispares, sin gracia, sin sabor, sin arte, eso es un mazacote. Como, por ejemplo, lo será la marcha del 9 de abril, compuesta por gente que se odia, que se desprecia, pero que se necesita para hacer volumen, sacando cada una provecho de la otra.
La iniciativa la tomaron los comunistas, los amigos de las Farc, los que les hacen el juego político. Ahora se llaman "Marcha Patriótica" y solo a los idiotas útiles se les puede escapar la noticia de para dónde marchan y por qué marchan.
A su lado, cómo iban a faltar, los "progresistas" de Gustavo Petro, que usarán la fecha y la suma para defenderse de cierta revocatoria que les corre pierna arriba, y para sumar a su causa el mamertismo que les queda más a la izquierda. Para completar, ese conjunto de idiotas que se deja empujar por cuatro palabras, o que corre a buscar un tarro de mermelada.
Los santistas, en la medida en que el santismo exista, se alistaron bajo banderas. Para lo que están en todo su derecho. Para lo que no hay derecho, es para que el presidente Santos haga política, descaradamente, a favor de la causa de su imagen y de su reelección, explotando la ingenuidad de los que se dejen manipular con sus artes, y manipulando la clase política con la mermelada oficial, dicho con menos rodeos, con los dineros públicos.
Pero le han surgido adeptos forzados a la marcha. Los militares disponibles en Bogotá para sumarse a ese acto politiquero. Y los curas recibieron la orden del cardenal de echar al viento las campanas para celebrar el 9 de abril, apoyando una causa política, que debiera serles tan ajena. Militares y curas engrosando una marcha que dividirá y confundirá más un país confundido y dividido, son parte de un espectáculo grotesco, de una afrenta a la Constitución y del uso indebido de dos instituciones sagradas, para ponerlas al servicio de tan malas causas.
El 9 de abril es una fecha infausta para Colombia. El asesinato de Gaitán, anticomunista contumaz y declarado, fue acto horrendo y deplorable. Y lo que siguió después fue peor. El Komintern, la Internacional Comunista, dio la orden para sabotear la Conferencia Panamericana y para intentar la toma violenta del poder en Colombia. Y envió a Bogotá sus agentes más tenebrosos, incluyendo a Fidel Castro, miembro de las juventudes comunistas de Cuba, quien tuvo la compañía de Rafael del Pino, Enrique Ovares y Alfredo Guevara, para ejecutar sus atroces designios. También vino una docena adicional de comunistas de aquel país, miembros también de las juventudes del partido, para un supuesto congreso estudiantil.
Una vez que asesinaron a Gaitán, señalaron del crimen a un pobre infeliz que tuvo la mala fortuna de encontrarse en el lugar, Roa Sierra, sobre quien se abalanzaron como supuesto autor de los disparos. La turba procedió al linchamiento y Roa Sierra no pudo decir una palabra. De eso se trataba.
Lo que siguió después lo sabemos de sobra, aunque ahora todos quieran olvidarlo. Un puñado de soldados defendió heroicamente el Palacio de la Carrera y el valor colosal de Ospina Pérez y su esposa, doña Bertha Hernández, salvaron la Patria. Los saqueos, los incendios, la persecución contra monjas y sacerdotes, la destrucción de los templos, los sacrilegios, los asesinatos sin piedad cometidos en todas las ciudades de Colombia, nos llenaron para siempre de dolor. Y los trescientos mil muertos que siguieron, en cinco años de violencia política, constituyen la mayor de nuestras pesadumbres.
¿Es todo esto lo que van a celebrar el 9 de abril? ¿Van a marchar recordando estas atrocidades? ¿Y lo harán en homenaje a Fidel Castro y a los comunistas que nos causaron esta herida irreparable? Hemos presenciado muchas cosas absurdas en la política colombiana. Pero la planeada para el 9 de abril de 2013 no tiene parangón. Marchar en honor de las Farc, es lo último que nos podían proponer.