Muy exigente será el trabajo que el gerente de la Industria Licorera de Caldas (ILC), Miguel Trujillo Londoño, deberá desarrollar en la empresa durante los próximos meses y ojalá años, para poder rescatarla del hoyo negro en el que ha caído. Los resultados del debate realizado en la Asamblea Departamental sobre la situación de la destilería son inquietantes y merecen que, por fin, se tomen medidas radicales que enderecen el camino fallido por el que viene cruzando la que fuera llamada otrora el banco del departamento.
Durante la actual administración se han tenido ya cuatro gerentes, y se necesita que el recién llegado trabaje con la mira en un plan de largo plazo, en el que pueda ir avanzando paso a paso, en forma segura y firme, y aportando los remedios que se necesitan en esta difícil coyuntura. Son urgentes unas políticas claras y un plan de acción que entregue rápidos resultados que comiencen a devolverle la confianza a la empresa, para poder superar los obstáculos que cada vez se amplían en forma más peligrosa.
La calidad ha sido un patrimonio clave de la Licorera, lo que la ha llevado en el pasado a obtener premios internacionales de reconocimiento a sus productos, por lo que resulta muy preocupante que el departamento del Meta haya devuelto un lote de aguardiente Llanero, que se fabrica como maquila en la ILC, debido a problemas con el sabor y otros defectos. Ese es un tema que tiene que ser aclarado con suficiencia y tomar las medidas que sigan garantizando que la calidad está por encima de todo.
Este lío es un pésimo mensaje, justamente cuando lo que se necesita es ampliar la cobertura del mercado con los productos propios y con los demás licores que pueden procesarse aquí para otras marcas. También resulta insólito el desperdicio de cerca de 30 toneladas de miel de purga, cuando la compañía pasa por momentos tan aciagos, lo que amerita que no solo sean sancionados los responsables, sino que se hagan todos los ajustes que permitan prevenir esta clase de situaciones.
Son numerosas y complejas las determinaciones administrativas que tienen que adoptarse en la ILC para avanzar hacia un rescate exitoso. Los evidentes problemas de comercialización y ventas de los productos líderes tienen que ser asumidos sin más espera. Pese a la oposición de muchos sectores, sobre todo políticos, es necesario que la gerencia consiga un buen socio estratégico que ayude en forma efectiva en esa tarea, que es la fundamental, pues sin nuevos ingresos el futuro de la destilería es incierto. De otra forma las utilidades seguirán cayendo.
También se requiere avanzar en procesos de reestructuración laboral, en los que es fundamental la colaboración del sindicato, pues mientras persista una carga de nómina tan extensa y onerosa, de 252 empleados, será imposible avanzar en los senderos de la recuperación. No puede aceptarse que haya nóminas paralelas ni contratos inoficiosos en ninguna época, y menos ante un panorama tan desolador como el actual. Las gestiones de los anteriores gerentes son cuestionables en esta materia, ojalá que Trujillo Londoño marque la diferencia. Las improvisaciones y los errores deben investigarse y sancionarse con rigor.
No pueden darse más aplazamientos a las soluciones de fondo. A punta de paños de agua tibia se ha avanzado en los años recientes y sin resultados positivos, por lo que llegó la hora de echar las velas en forma definitiva. Los problemas están más que diagnosticados, y lo urgente son las determinaciones gerenciales que, si bien pueden ser difíciles, son la única salida que queda para reanimar la empresa. La pasividad no puede ser, de ninguna manera, una alternativa.