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Una anécdota de Pilar Villegas

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Carlos Arboleda González acaba de escribir un libro, obviamente en prosa perfecta, con el título "Ómar Yepes Alzate. La Política como arte", con ocasión de los cincuenta años de militancia electoral del jefe del conservatismo caldense.

En palabras de Yepes hay que valorar la siguiente anécdota en relación con Pilar Villegas: "...la elegimos gobernadora. Se desempeñó con mucha competencia. Recuerdo que alguna vez la llamaron de un noticiero nacional, tal vez Yamit Amat, para entrevistarla. Yamit, de frente, le preguntó: Por qué ella, siendo una persona tan distinguida, estaba con unas personas tan cuestionadas como Ómar Yepes y Renán Barco. Con frase rotunda, puntualizó: "No, señor periodista, a mí no me incomoda trabajar con ellos. Ellos fueron los que me eligieron y por lo tanto serán mis compañeros de gobierno. Son mis amigos".

Conocemos a esta gran mujer como una líder infatigable del conservatismo. Con ella recorrimos una y otra vez todos los municipios de Caldas, hundimos los pies en tremedales para oficiar el hierático sacramento de la palabra en estancias paneleras, convirtiendo en púlpito los arrumes de bagazo, o visitamos haciendas ganaderas para comprometer el voto de los caporales o filtramos nuestra palabra en sindicatos, siempre en limpios afanes doctrinarios. Con eficacia milagrosa. Quién creyera que esta dama de la élite se transforma en una gaitana cuando se sube a la tribuna.

Es fogosa. Produce reverberos emocionales que desencadenan frenéticos circuitos de palpitaciones colectivas como respuesta al climax que desatan sus frases de candela.

Nos gusta que sea ella la que haga apertura en las concentraciones públicas porque conoce el hilo secreto para arrancar delirios de las masas. Esta hija del gran Aquilino Villegas es un fenómeno social. Pudiendo administrar sus caudales que no son pocos, o vivir en el sibaritismo de los cocteles vespertinos, o exhibir sombreros de penacho airoso en matrimonios de postín, prefirió ser una comandante, madrina de juventudes, recio bastión de una derecha perpendicular. Jamás pisó la arena movediza de la lagartería, ni alquiló su independencia.

Pilar Villegas es sinónimo de lealtad. Su olfato fue tentado con sinecuras, le ofrecieron lentejas bien condimentadas, a sus oídos llegaron los conciertos musicales del océano cuando golpea los acantilados, para que sirviera de garrote en la política. Primero con José Restrepo y muerto éste con Ómar Yepes, ella ha sido una sirena de alboradas.

Pilar siempre fue una mujer grata. La anécdota que aquí se relata, es todo un tratado de elegancia espiritual. No de otra pasta podría ser quien porta tan privilegiados abolengos.

La felonía signa la conducta de muchos pisaverdes que, sin votos propios, llegan al gobierno. Se creen unos reyezuelos autócratas dueños de vidas y haciendas. Se envanecen en su fugaz condición de satélites, descalificando al sol que los alumbra. Son unos ingratos, apenas unos detritus. Personajes de la condición humana de Pilar Villegas y Guido Echeverri son una excepción en este país de Judas.


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