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Salir o no del clóset: el dilema

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COLPRENSA | LA PATRIA | Cali

Pasaron más de 30 años para que la actriz Jodie Foster confesara públicamente su homosexualidad. Aunque era un secreto a voces en el medio artístico, la estrella de Hollywood decidió revelar al mundo que era lesbiana el pasado 14 de enero, al agradecer un tributo a su trayectoria, en la entrega de los premios Globos de Oro.

La ganadora de dos Óscar salió del clóset ante su familia, amigos y compañeros de trabajo “hace miles de años, en la Edad de Piedra”, bromeó en la velada, “cuando era una chica joven y frágil”, pero nunca lo había confesado en público.

Esa noche agradeció a la productora de cine Cydney Bernard, quien fuera su pareja durante 20 años y “uno de los amores más profundos de mi vida” y le dio las gracias por los dos hijos que criaron juntas (Foster se hizo inseminación ‘in vitro’).

Si para una estrella del talante de Jodie Foster ha sido complicado vivir abiertamente su condición lésbica, para mujeres del común y especialmente en un país machista como Colombia resulta mucho más difícil, incluso más que a los mismos hombres homosexuales.

Así lo consideran expertos como la trabajadora social Marcela Sánchez, directora de la ONG Colombia Diversa, quien opina que para las mujeres homosexuales es mucho más difícil salir del armario porque hay más prejuicios e imaginarios negativos asociados con el lesbianismo.

Diferente

“Generalmente sobre los hombres gay hay imaginarios más positivos: son alegres, buenos amigos, con gusto estético, mientras que ser lesbiana es ser agresiva, poco femenina, nada alegre, y muy fuerte. Cuando hay tanto prejuicio sobre una población esas personas prefieren vivir en el clóset”, comenta Sánchez.

Pareciera ser que socialmente fuera más fácil para una mujer anunciar su condición homosexual, interviene el sicólogo Andrés Felipe Castelar, docente de la Universidad Icesi, “de hecho así es como piensan muchas personas”, “pero no es así”, dice.

“Cuando una mujer asume su condición sexual lésbica el ejercicio de violencia contra ella no disminuye, al contrario, se registra una doble discriminación: por el hecho mismo de ser mujer y por su homosexualidad”, explica Castelar.

De eso dan fe lesbianas como Yudy Guerrero, de 25 años, quien cuenta cómo cuando está en compañía de su pareja en la calle son víctimas de insultos, sobre todo de los hombres que, incluso, las invitan a hacer tríos y a probar “un macho de verdad” para que desistan de su condición sexual. O deben soportar “miradas como de asco o de ‘qué boleta’”, de las mujeres.

La violencia ejercida contra las lesbianas es de todo tipo y en muchos contextos: reciben críticas y rechazo en la familia que opta, por ejemplo, por no hablarles, botarlas de la casa, no pagarles la universidad o quitarles privilegios como el carro o las tarjetas de crédito.

Son discriminadas en el colegio, las empresas. Al enterarse de su orientación sexual las amigas se alejan por temor a que las vayan a enamorar; en las compañías les buscan la caída para despedirlas. O los jefes quieren chantajearlas a cambio de favores sexuales.

Stella Pinzón, defensora de Derechos Humanos de la Corporación Arte Diverso, comenta cómo en Colombia, aún cuando las leyes ya las protegen, les resulta complicado a las mujeres homosexuales tener la patria potestad de sus hijos. Cuando han sido casadas, sus exparejas las amenazan con quitarles la custodia de los menores.

Llega tanto el maltrato hacia ellas, asegura Pinzón, que en zonas rurales sufren de violaciones ‘correctivas’ de miembros de las Fuerzas Militares y de grupos armados al margen de la ley. La gente les indica “allá vive la ‘maricona’ del pueblo y les hacen vejaciones, las torturan, son desterradas... son situaciones que no denuncian por miedo”.

En nuestra corporación, agrega Pinzón, hemos venido siendo amenazadas por una denuncia que hicimos: en el pabellón de mujeres de una cárcel del Valle unas internas lesbianas fueron sometidas a abusos de la guardia. Además, no les permiten que las visiten sus parejas, cuando la Corte aprobó la visita conyugal.

Algún cambio

Sostienen otras lesbianas que poco a poco la actitud de la gente hacia ellas ha ido cambiando y las respetan, al igual que sus sitios de socialización exclusivos para la comunidad LGBTI.

Como Mulata Discotek, en el norte de Cali, donde, como dice su administradora Claudia Patricia Cardona, “pueden reunirse entre 120 o 170 mujeres homosexuales en una noche de fin de semana. Hay lleno total”.


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