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Esquizofrenia en el mercado

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El domingo pasado mientras veía por televisión en el canal RCN el partido de la final del fútbol colombiano entre Millonarios y Medellín, observé cómo casi todo el tiempo la pantalla estaba inundada de comerciales, unas veces solo de imagen y otras de audio e imagen. Solo por pocos segundos era posible ver el partido en una pantalla limpia y escucharlo de manera continua. Observar un partido así se convierte en una tortura. Cuando una serie o telenovela es vista por mucha gente, fácilmente puede tener cortes de comerciales que duran diez minutos. En una oportunidad conté treinta propagandas seguidas. Y así es todo en la televisión. Pero la radio no se queda atrás, también con pautas comerciales que saturan los programas. Esta invasión hace presencia de igual manera en internet: leer una revista o un diario digital se ha vuelto una prueba de obstáculos, pues de todas partes salen propagandas que es preciso cerrar una y otra vez. Este fenómeno es ya una práctica consolidada en los medios de comunicación. El televidente, radioescucha o lector termina siendo una víctima impotente, lo que consume le llega contaminado en la forma y muchas veces en el fondo.

Esta columna no es una queja exclusiva sobre los medios de comunicación, lo que quiere mostrar es una tendencia que va mucho más allá: la tiranía e irresponsabilidad cada vez más frecuente de muchos agentes productores en el mercado. Miremos otros ejemplos que acompañan a los medios: los grandes almacenes de cadena multiplican de manera frenética sus esfuerzos por hacer que la gente compre, incluso aquello que no necesita, en especial ropa. Muchas compañías fabricantes de ciertos alimentos hacen todos los esfuerzos posibles para que sus clientes consuman cada vez con más apetito sus productos, sin importar que los adelantos científicos demuestren una y otra vez lo nocivos que pueden llegar a ser para la salud; un ejemplo de esto son los productos ricos en azúcar y los embutidos cárnicos. Los bancos emprenden campañas permanentes que buscan "empacarles" a potenciales clientes toda clase de créditos, seguros y tarjetas de crédito que no han pedido. Las grandes empresas mineras y petroleras buscan aumentar todos los días su ámbito de explotación, sin importar los ecosistemas que lleguen a ser sacrificados y el drástico trastorno a la vida de muchas comunidades, y muchas veces sin pagar los impuestos a que están obligados. En el mundo digital cuando las personas apenas están aprendiendo a manejar y dominar un aparato, resulta que ya está obsoleto y deben comprar uno más nuevo, de "última generación". La economía de hoy se ha denominado desde hace unos 20 años "economía de oferta", pues es desde la iniciativa en la producción de donde se jalona la demanda de los productos. Y si bien esto ha traído transformaciones importantes que generan gran comodidad, como muchos bienes y servicios relacionados con internet, también es cierto que lo ofrecido por el mercado abruma con frecuencia las posibilidades del ciudadano de a pie. También es obligación decir que en muchas empresas de todos los sectores mencionados es tremenda la inequidad que tienen a su interior: súper ejecutivos con ingresos astronómicos y trabajadores de base, o incluso profesionales, con salarios precarios.

Al mismo tiempo que todo esto ocurre, estas mismas compañías emprenden diversas campañas sociales: en beneficio de la infancia, la salud, el ambiente, sectores desprotegidos, la conciencia ciudadana, los derechos humanos, el deporte, etc; prácticas que se pueden agrupar en lo se ha denominado "Responsabilidad Social Empresarial". Entonces podemos observar que se llega en infinidad de casos a unas prácticas esquizofrénicas, donde se disocia la realidad: hay un espacio en el que todo se permite y todo se hace con tal de optimizar las utilidades y acumular más y más, y hay otro espacio, mucho más pequeño, en el cual se es buen ciudadano y solidario. El mismo actor económico promueve el consumismo al nivel de adicción, pero también habla de consumo responsable. O busca vender toda la grasa y azúcar que sea posible, y a ratos promueve dietas balanceadas y sanas.

El problema grave es que las prácticas cotidianas, las que ocupan la mayor parte del tiempo del mercado, son aquellas que pueden llegar a ser lesivas con los consumidores; son aquellas que están arrasando con el medio ambiente. Las acciones responsables y solidarias son meramente para unos ratos, algunas veces solo para tener una buena imagen.

Sería mucho más sano si la responsabilidad y el interés por los demás y por el planeta hicieran parte del día a día del negocio, y no fueran únicamente un maquillaje. Ante esta tendencia malsana y patológica lo que nos queda a las personas como individuos es desarrollar una atenta conciencia que contrarreste las prácticas nocivas y promueva las sanas.


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