Funeral en Gaza es el nombre de la mejor foto periodística del 2012, según la World Press Photo. La imagen de un grupo de hombres caminando por un callejón y en primer plano los cuerpos de dos niños envueltos en mortajas que murieron víctimas de un misil israelí, ha despertado toda clase de comentarios. Están desde los que rechazan esta clase de imágenes por considerarlas violentas y que vulneran los derechos de las víctimas y de los lectores de las revistas y periódicos (personas que no quieren ver en sus páginas los rostros pálidos de los hermanitos Suhaib y Muhammad Hijazi, de 2 y 3 años), hasta aquellos que creen que esta escena, que debería ser "insoportable", ha sido tan manipulada y retocada con el Photoshop que "se vuelve tolerable".
Así lo deja ver la argentina Ana Prieto, crítica de la separata cultural del diario Clarín, en su texto La post-producción del dolor (http://www.revistaenie.clarin.com/arte/fotografia/World-Press-Photo-Gaza-Paul-Hansen_0_868713281.html). Para ella, la foto del sueco Paul Hansen "pareciera tener la dirección de arte de una película de acción de Hollywood, y los hombres y los niños quedaron bajo una pátina digital que los equipara a inmaculados y estáticos muñecos de cera". Adiós al horror y la crudeza de la guerra.
Hace unas semanas el expresidente Álvaro Uribe publicó en su cuenta de Twitter la foto de dos policías asesinados por la guerrilla en la Guajira. De inmediato le llovieron críticas por sensacionalista. Por querer utilizar esa imagen -el primer plano de la cabeza ensangrentada de uno de los uniformados sobre la carretera- para desacreditar las políticas de seguridad del presidente Juan Manuel Santos y sabotear los diálogos de paz con las Farc en La Habana (Cuba).
El director de la Policía, general José Roberto León Riaño, dijo que la publicación de las fotos "contribuye a exaltar a los victimarios", e invitaba a los medios a no usar esas imágenes para no ahondar "en el dolor de las familias y de la Institución". Y el decano de la ética del periodismo, Javier Darío Restrepo, las consideró una "violación de la intimidad, no solo de los policías víctimas sino de sus familias. Un plano general muestra el hecho en toda su gravedad, pero un primer plano es ofensivo".
Entonces, palo para uno por edulcurar las fotos duras, palo para el otro por mostrar una realidad sin mayor filtro que un interés político. ¿Cuál de los dos tiene la razón?
Las imágenes de hechos judiciales o de los conflictos armados son importantes para registrar las atrocidades de las que somos capaces a nombre de una bandera, una ideología, un negocio o una emoción. Las fotos de Robert Capa sobre la Guerra Civil en España o el desembarco en Normandía de las tropas estadounidenses muestran una realidad muy diferente a la que la propaganda franquista o la americana vendían a sus pueblos. El Capitán América nunca noqueó a Hitler, en cambio muchos jóvenes murieron ahogados en Omaha Beach, sin siquiera disparar sus fusiles, porque sus mochilas eran un lastre en el momento de desembarcar. Ahí están las fotos.
Pocos creerían que 6 millones de judíos murieron en el Holocausto, si no es por las fotos y los videos de los bulldozer nazis empujando arrumes de cadáveres a una fosa común. O que las ejecuciones a los vietcongs se hacían sin juicio y a plena calle si no es por el video de Eddie Adams, camarógrafo de NBC, en la que muestra la frialdad del general Nguyen Ng?c Loan al dispararle en la cabeza al prisionero esposado Nguyen Van Lém. Y si no hubiese sido por el video que muestra a cuatro policías blancos de Los Ángeles apaleando y golpeando sin razón al ciudadano Rodney King, pocos le habrían creído a ese negro venido de un gueto.
Son imágenes brutales, pero necesarias para entender la realidad y dimensionar en lo que nos hemos convertido como cultura y como sociedad. Así es nuestra civilización. Al ocultarlas muchas veces nos negamos a reconocernos y a entender nuestros conflictos.
Si se publicaran videos o fotos de lo que sucedió en El Salado o Macayepo, probablemente nos indignaría más que nuestros políticos se hayan aliado con los narcoparamilitares. Pero no existen o no los han querido mostrar. Los paracos, dice un documento de la Fiscalía General de la Nación, han reconocido unas 860 masacres y que tienen encima unos 156 mil muertos (2 mil 650 de ellos son niños). Eso equivale a llenar el estadio Palogrande cinco veces con cadáveres y se quedarían otros tantos regados por la cancha sintética, la pista de patinaje y el club de tenis.
La evidencia de ese arrume de muertos no está como para dimensionar la barbarie y el salvajismo de estos tipos. Es la palabra de estos asesinos, los mismos que, muy encorbatados, fueron aplaudidos en el Congreso de la República, contra la de un campesino desconocido de Bolívar.
¿Es necesario verlas? Tal vez no. Sin embargo, la intelectual estadounidense Susan Sontang, en su libro Ante el dolor de los demás, dice: "Las fotografías de lo atroz ilustran y también corroboran. Sorteando las disputas sobre el número preciso de muertos (a menudo la cantidad se exagera al principio), la fotografía ofrece la muestra indeleble. La función ilustrativa de las fotografías deja intactas las opiniones, los prejuicios, las fantasías y la desinformación".
Comparto la opinión de Javier Darío Restrepo del discreto uso de estas imágenes. El primer plano de un hecho atroz como un homicidio, carece de contexto, por ende, la foto termina descontextualizada. Sin mayor información. Igual comparto lo que dice Prieto de manipular una situación dolorosa para hacerla más romántica. Ahí se puede ir por el rumbo de la manipulación, el maniqueísmo y la propaganda. Que era la clara intención del morboso señor Uribe.
Como dijo Sontang: "Se puede sentir una obligación de mirar fotografías que registran grandes crueldades y crímenes. Se debería sentir la obligación de pensar en lo que implica mirarlas, en la capacidad efectiva de asimilar lo que muestran. No todas las reacciones a estas imágenes están supervisadas por la razón y la conciencia. La mayor parte de las representaciones de cuerpos atormentados y mutilados incitan, en efecto, interés lascivo".