A finales del mes pasado, la directora global del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Helen Clark, estuvo de visita en Colombia, con lo que se hizo evidente que aún falta mucho por hacer para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), y que después del 2015 se tendrá que establecer una agenda que lleve a la erradicación de la pobreza absoluta en el mundo y a consolidar un desarrollo sostenible.
Para avanzar en ese camino, es necesario consolidar economías sólidas, generadoras de empleos de calidad, con gobiernos eficientes para brindar educación, salud, infraestructura de movilidad y fuentes de energía, y que garanticen que haya niños sanos y bien nutridos, que sean el capital humano que le dé continuidad y estabilidad al crecimiento económico de los países. En este panorama el papel de las mujeres es vital, pues son ellas las que desde los hogares tienen la capacidad de administrar los recursos para hacer más valioso dicho capital.
Esta reflexión encuentra sustento en casos como los presentados por este diario el pasado domingo, cuando se hizo un análisis acerca de la pobreza en Colombia y lo que actualmente se hace para combatirla. En primer lugar está el caso de la familia Martínez Toro de Aranzazu (Caldas), que gracias al apoyo de programas como Familias en Acción y la Red Unidos y el acompañamiento de cogestores vienen recibiendo ayudas que les han permitido ir saliendo del estado de pobreza. Como esta, según el gobierno, hay en Caldas otras 1.358 familias que han salido de la pobreza extrema.
También hay ejemplos como el de la familia de Estrella Rodríguez, que durante ocho años viene recibiendo apoyos, pero que hoy ya no requiere el acompañamiento permanente del Estado y se encuentra en lo que el Gobierno ha llamado la senda de la prosperidad. Comenzó viviendo en una humilde casa del Solferino y hoy habita un cómodo apartamento en un mejor sector de Manizales, gracias a que cumplió los 45 logros que se le plantean como retos a cada familia que ingresa, en donde están cursos y programas de enganche laboral entre otros.
Desde la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema (ANSPE), se vienen administrando recursos cuantiosos para avanzar en el propósito de mejorar la calidad de vida de las familias colombianas, y hasta el momento 40 mil de ellas han logrado salir de las condiciones de miseria en las que se encontraban. Lo más importante, sin embargo, no es darles el pescado, sino enseñarles a pescar, por lo que la búsqueda de alternativas para que mejoren sus ingresos a través del trabajo y tener un techo digno son metas a las que hay que apuntar con decisión.
Las mujeres resultan ser piezas clave del engranaje, cuando se habla de luchar contra la pobreza. Administran mejor los recursos y se acomodan más fácilmente a recibir orientaciones sobre proyectos de vida que deben cumplir para acceder a los apoyos. Duele ver otros casos en los que las familias no tienen la disciplina que se les exige, y además de perder oportunidades de capacitación, no se preocupan por buscar nuevas fuentes de ingresos y piensan que solo deben dedicarse a recibir. En eso el Estado tiene que ser radical: nada de paternalismos.
Siempre existe el riesgo de que la entrega de estos subsidios se convierta en herramienta de los politiqueros para obtener beneficios electorales, y siempre se necesitará una permanente vigilancia y sistemas de blindaje para que los programas y la distribución de los recursos solo obedezcan a criterios técnicos. No de otra forma será posible avanzar en el cumplimiento de los ODM y en la superación efectiva de la pobreza extrema, y en esto debe tenerse en cuenta que las mujeres son protagonistas esenciales de las estrategias que se implementen.