Esta Semana Santa, que se inicia hoy con el Domingo de Ramos, lo hace la Iglesia Católica con una gran esperanza que se ha desatado con la elección del nuevo papa Francisco. En efecto, ese nuevo aire que se siente con el papa Francisco ha comenzado impregnar toda la Iglesia. Su cercanía, su sencillez, su respeto por las otras religiones y creencias (¡o no creencias!), su opción preferencial por los pobres, su concepción del poder como servicio, su espontaneidad, se han convertido en un gran remolino de renovación en el corazón del Vaticano. Y con ello, le ha dado a toda la Iglesia un verdadero espíritu de renovación.
Ha repetido el papa, "quiero una Iglesia pobre y al servicio de los pobres". Esta es la opción preferencial por los pobres, y una perspectiva de evangelización. Es la opción por la globalización de la fraternidad y la solidaridad, en contraste con la globalización del mercado y del capitalismo salvaje. Ver la realidad desde los pobres, de los excluidos de la historia, de los dejados a los márgenes fuera del mercado, cambiará seguramente el paradigma de comprensión de la misma realidad. Es, en el fondo, colocar a las personas en el centro en su apertura hacia la trascendencia, y no como un sujeto participante en un mercado.
La figura de Francisco de Asís que ha asumido el nuevo papa al haber elegido el nombre de Francisco, tiene una fuerza increíble y está llena de sentido y significación para el mundo de hoy. Pobre, trabajador por la paz y cuidador de la creación. Hoy cuando hay miles de personas en la pobreza extrema en el mundo, donde las brechas entre ricos y pobres en muchos casos crecen, el papa Francisco coloca los pobres en el centro. Hoy cuando la violencia y las guerras subsisten como plaga en el mundo, coloca a San Francisco de Asís de ejemplo, al santo de la oración por la paz, recordemos: "Hazme un instrumento de tu paz…". Hoy cuando la viabilidad del planeta está en entredicho y la sostenibilidad está herida de muerte, nos llama al Santo que hablaba "del hermano lobo, del hermano sol, de la hermana luna….".
Pues, bien, ahora que iniciamos una nueva Semana Santa, que sea un tiempo para renovar la esperanza en Jesús, que padeció y murió por cada uno de nosotros y que resucitó para darnos vida y vida en abundancia. Que nos invita a amarnos unos a los otros y que nos insiste que perdonando Dios nos persona. Vivamos una Semana Santa de renovación espiritual en nuestros corazones. Aprovechemos este tiempo de Gracia eclesial para que nos toque profundamente en el corazón.