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Toros y arquitectura

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¿Cuándo se dio la institucionalización del toreo que pudo aspirar a un edificio construido con el primordial fin de darle una sede a la fiesta brava? Los expertos dicen que la plaza de toros más vieja, así como las conocemos hoy en día, es la de Béjar, en la provincia de Salamanca, llamada El Castañar, que data del año 1667 y adquirió su forma definitiva en 1711. A partir de esa fecha se fueron construyendo en España plazas de toros como parte de la infraestructura urbana.

Fuera de unos requisitos técnicos, supeditados a un presupuesto económico, estos circos tienen un código de construcción lleno de simbologías y referencias culturales inscritas en la historia y el ámbito geográfico donde sucedieron.

La Plaza de Toros de Manizales fue construida entre los años 1945 y 1951 e inaugurada el 23 de diciembre de ese mismo año, con su aforo completo de 12.000 espectadores, durante la celebración del centenario de la fundación de la ciudad. Una mirada atenta descubrirá que esta plaza conjuga varios elementos que la enlazan con esa cadena que tiene su origen sobre las tres orillas: la europea, la africana y la asiática, del ámbito cultural del Mediterráneo.

Su redondez es romana, copiada de los circos que este pueblo imperial, se repite en todos los países que colonizaban para entretenimiento de sus dignos ciudadanos. Esta forma geométrica que se arma alrededor de una arena, un callejón y las gradas, conforma un espacio cerrado del cual no hay escapatoria. En los tiempos del auge romano no hubo corridas como tal, hubo acrobacias y luchas entre animales feroces, como osos y toros. Al decir acrobacias estas se remontan a los cultos taurinos documentados en muchas islas del Mediterráneo, donde los jóvenes para adquirir su mayoría de edad debían enfrentarse a un toro, símbolo de la masculinidad y fertilidad. Esa valentía degeneró en actos cargados de adrenalina, estímulo impactante para un público sanguinario.

Sus arcos, estructurales o decorativos, igualmente pertenecen al lado admirable de la civilización romana. El arco de punto era el recurso arquitectónico más usado por los arquitectos e ingenieros romanos para realizar grandes estructuras como larguísimos acueductos o macizos puentes. Los arcos de herradura que se ven en las cuatro entradas a la plaza manizaleña son sarracenos, elementos arquitectónicos que del norte del África pasaron a España durante la permanencia de los moros que duró más de siete siglos, hasta el año 1492 cuando fueron expulsados por los Reyes Católicos. Su reaparición refleja esa corriente decimonónica en España que idealizaba los elementos culturales de origen árabe. Tuvo tanta fuerza esta corriente que escritores como el norteamericano Washington Irving o el arquitecto inglés Owen Jones viajaron a España para captar esa experiencia. Esta escogencia hecha por los arquitectos de plazas de toros es muy consciente, ya que es de resaltar que los árabes nunca se dedicaron a los toros.

Igualmente las gradas, sacadas del mundo romano, aparentemente no parecen tener importancia debido a su apariencia chata, mas son claves para acoger cómodamente a un espectáculo público de masas. La corrida de toros no es clandestina, pues como fiesta involucra y convoca a toda la comunidad.

Los gruesos muros de las mezquitas que encierran al patio y la sala de oración con su minbar y maqsura siempre están coronados de almenas escalonadas. En la plaza de Manizales este elemento cuadrado, en sí bélico, igualmente es eternizado.

Quedan por analizar los capiteles que coronan las columnas que soportan los arcos de herradura, menos resistentes que el solidísimo arco de medio punto. Por ejemplo, en la mezquita de Qairuán, en Túnez, o en la antigua mezquita de Córdoba, los realizadores árabes obtuvieron los capiteles y las columnas de las ruinas de construcciones romanas vecinas. Al parecer ellos no tallaban la piedra de esa forma. Soportan los arcos de herradura de la plaza de Manizales capiteles que sintetizan de una manera demasiado escueta el frondoso capitel romano, la columna apenas es insinuada, convirtiéndolos casi en caricaturas.

Si los toros son la apología a la hispanidad, igualmente son un homenaje a las múltiples raíces étnicas de este pueblo que a lo largo de su historia fue asumiendo un complejo legado en el sentido biológico como civilizatorio. El toro como divinidad viene del Asia expandiéndose por el Mediterráneo, en sentido oriente occidente, hasta ver su camino cerrado por el mar Atlántico, represándose en España. Con las carabelas de Colón los vestigios de este rito logran las orillas de un nuevo continente. El arte de la lidia es genuinamente español desarrollándose desde su ejecución a caballo hasta el toreo a pie. Y todo esto tiene cabida en construcciones hechas siguiendo parámetros romanos y árabes.


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