Sin condenar a Hugo Chávez todos podemos aprender algo de su doloroso suicidio.
¿Cuál suicidio dirá alguien? Es obvio: no cuidarse y darle prioridad al poder sobre la salud es un suicidio lento.
Uno no se quita la vida solo con un veneno o un disparo, no, hay otros modos de suicidarse.
Son suicidios a cuentagotas por no amarnos y aferrarnos a lo que no cuenta, llámese poder, dinero o fama.
¿Cuántas personas se enferman y mueren por no quererse, por malas prioridades y por usar mal de su libre albedrío?
Chávez se suicidó, amarrado al cargo, y en un desgaste político atroz mientras el cáncer lo devoraba.
No fue capaz de hacerse a un lado, cuidarse y compartir con sus seres amados porque era un adicto al poder.
¿Qué es eso? Exactamente un suicidio lento y ahí enseñó algo en su inconsciencia. Duro, pero así actuamos a veces: con una conciencia anestesiada.