Suena muy grandilocuente el título de esta columna, pero para mí fue un evento. No conocía esta población, fuera que por varios años, debido a mi actividad de comerciante, no había vuelto a estar en algún municipio caldense. Supongo que este distanciamiento facilita un sentido más agudo hacia esas otras importantes poblaciones que en su conjunto forman el departamento de Caldas y que permite contrastar mejor sus características y personalidad.
Tiene fama La Merced por la conflictiva emancipación del municipio de Salamina, del cual era corregimiento especial hasta el año 1973, mas contrasta el apacible paisaje con los enérgicos orígenes político-administrativos. Y es el paisaje otra de sus famosas características, ya que no personalidad, de La Merced. Su posición geográfica sobre una última estribación de la cordillera central permite ver, en noches despejadas, un buen número de las demás poblaciones vecinas en forma de sus luces. Pero el espectáculo paisajístico está concentrado en la vista sobre la otra cordillera, la Occidental, que a pesar que solamente las separa un plateado río Cauca, se llevan millones de años de existencia. La formación y deformación geológica de esa cordillera es fuera de serie, grandes cerros asilados custodian las entradas a pequeños vallecillos; al parecer las montañas de esta cordillera son más curvas y voluminosas. Cerros y más cerros se aglutinan ganando altura hasta crear una masa impenetrable de verdes gigantes. Ese pletórico escenario era el hábitat de una mágica población precolombina de la cual quedan vestigios arqueológicos, los cuales solo ayudan a hundirnos, aún más, en una nostalgia por ese mundo ido. No cabe duda que esas montañas están tapizadas con infinidad de leyendas y mitos expresión de cómo los antiguos habitantes se explicaba toda esa belleza circundante. Me imagino que cada montaña tenía un sonoro nombre en lengua aborigen que hacía referencia a la personalidad del espíritu que la habitaba. Estos nombres que hizo desaparecer la historia permanecen con altiva belleza como prominencias cumpliendo su rol de piel de la madre tierra. Es demasiado pasajera la existencia humana para apoderarse de toda una montaña con solo ponerle un nombre. Tal vez poetas como Tomás Calderón o Aurelio Arturo, hubieran sido capaces de renombrar algunas de ellas.
En la plaza principal se percibe otra fiesta para una mirada sensible. En esta acogedora plaza, por lo pequeña, parece haber un diálogo permanente entre la inmensa Virgen de La Merced ubicada entre las dos torres de la iglesia y un también sobredimensionado Simón Bolívar, la inmediatez física vincula estos dos grandes arcanos. Da la impresión que la Señora de las Alturas, niño divino entre brazos, le da buenos consejos al republicano general de espada desenfundada.
Al recorrer las calles de la cabecera municipal resalta la calidad de la infraestructura física con que cuenta la población de La Merced. Desde la gran iglesia, construida en épocas donde los materiales de construcción arrimaban a La Merced a lomo de mula; todas las calles están pavimentadas; acueducto y alcantarillado funcionan; un polideportivo cubierto invita a la recreación; un puesto de policía que en tamaño y diseño sobrepasa al de la misma alcaldía; emisora comunitaria; una muy bien surtida biblioteca pública; un buen colegio, un hospital, una carretera asfaltada que comunica con la troncal de Occidente, fuera de una sólida red de vías que conecta a los mercedeños con los municipios vecinos. Sin embargo, todo este marco de desarrollo no ha podido detener la constante emigración de la población local, en menos de 15 años el municipio ha tenido que soportar la salida de casi la mitad de sus habitantes.
Muchos e intrincados problemas agobian esta población cuyo inventario e análisis sobrepasa el marco de esta columna, mas tengo la sensación que esta situación no está contemplada en una dinámica administrativa departamental. No creo que Manizales, la capital del departamento, se dé cuenta de las situaciones de los demás municipios que preside. Creo que Manizales ha perdido de vista al departamento. Es posible que la estructura administrativa de los departamentos en Colombia facilite esta desarticulación entre sus capitales y la provincia. Si se pudiese medir la integración departamental, supongo que las cifras deberían ser muy bajas, porque entre los mismos municipios los lazos son flojos. Veo que los medios de comunicación no hacen el puente entre las gentes y las regiones, todo depende de la cercanía física. No hay demostraciones fehacientes de caldensidad, valiente terminacho, en cuanto se refiere a comprender, no tanto sus orígenes históricos, sino la particular problemática que enturbia el presente y pone en riesgo el futuro de esta región. Más ahora con el Paisaje Cultural Cafetero, que no permite mostrar nada feo o problemático, fuera de la presión de los indicadores que deben complementar los proyectos de desarrollo ante el gobierno en Bogotá, no creo aventurado afirmar que Caldas, como entidad e identidad, está en una crisis sin antecedentes.