Es lastimoso tener que abordar el tema de la Industria Licorera de Caldas en medio de unas cifras desoladoras y de un futuro cada vez más negro. Metros de papel se han utilizado para diagnosticar la problemática de la empresa; miles de millones de pesos se han derrochado con el mismo objetivo; largas sesiones de Juntas Directivas y de la Asamblea Departamental se han dedicado al mismo tema; y varias personas han salido sacrificadas al abordar con iniciativas o fórmulas una posible solución. Pero todo parece haber fracasado.
Y lo más preocupante es que ese fracaso no es tanto por el desconocimiento de la problemática que vive la Industria, sino por la manera ligera, irresponsable e indolente como se afronta la misma. Si bien es cierto que la inestabilidad en la gerencia ha sido un factor fundamental para que no se asuman con entereza los conflictos internos y externos, también lo es que una mano negra ha venido penetrando todos los estamentos que rodean nuestra Licorera y ha alcanzado a tener poder hasta en su misma estructura administrativa y financiera.
De ahí las irregularidades en el contrato velado de la distribución de los licores en el departamento de Antioquia y la complacencia con distribuidores incumplidos a quienes, a través de un otrosí, se les ha legalizado su incumplimiento, hechos oportunamente denunciados en esta columna y extrañamente omitidos por la corporación inquisidora que se ha arrogado el poder de la justicia caldense. (Me pregunto: ¿qué pronunciamiento ha habido de la CCC hacia el maquiavelismo y posible comisión de delitos de María del Pilar Joves en su nefasto paso por la gerencia de la ILC?). Y de ahí también la indecisión de fijar posiciones concretas oponiéndose a la apertura de fronteras departamentales en este momento de debilidad.
Lo que hoy le sucede a la Industria Licorera de Caldas ya lo hemos vivido antes en nuestro departamento. Lo hicieron, por ejemplo, con la Chec y con Miel I. Estas empresas sufrieron una depreciación mediática, una satanización gremial y una desvalorización artificiosa (tal y como ocurre hoy con la ILC), para ser vendidas a menosprecio aduciendo su inviabilidad o estar plagadas de corrupción. Hoy la Chec arroja setenta mil millones de pesos al año de utilidades y la Miel I cien millones de dólares anuales. ¿Y nos hemos preocupado por castigar a los responsables? ¡No! Por el contrario, los premiamos con el poder para que se eternicen en las entidades gremiales, en la dirección política y asuman ministerios de vital importancia.
¡Qué susto! ¿Estaremos asistiendo a una quiebra artificiosa de otra empresa caldense? Todo parece indicar que sí. Porque la solución de la ILC tiene que ser de fondo, radical y hacerse asumiendo unos costos políticos altos. Y a eso no se le mide un gerente cuya permanencia es incierta, ni una Junta Directiva que también resultó infiltrada y con grabaciones secretas, ni un Gobernador cuya interinidad le impide asumir posiciones de profundidad. De tal manera que todo parece confabularse para que las intenciones de sacar del mercado y de la competencia a nuestra industria insigne sean una realidad. Porque si hoy no se toman decisiones radicales en el manejo comercial, de mercadeo y ventas, la empresa no podrá soportar la competencia y empezará a presentar inconvenientes hasta en su fuerte y potencialidad como es la producción de licores de altísima calidad.
Mientras en Caldas no recuperemos el sentido de pertenencia; mientras no despertemos de este sopor en que nos han sumido los dirigentes gremiales; mientras aceptemos con resignación que dispongan de lo nuestro para el fortalecimiento de los departamentos vecinos y el engrosamiento del bolsillo de unos pocos; y mientras no reaccionemos ante tanto atropello, nuestro departamento estará signado para perder su espacio y su importancia en el entorno nacional. Deberemos entonces prepararnos para seguir viendo, impotentes, cómo desfilan nuestras empresas para otros territorios y cómo la pobreza se irá apoderando del espíritu de la gente. ¡Reaccionemos, que aún estamos a tiempo!
* * *
Sorprendente, por decir lo menos, las afirmaciones de Mauricio Lizcano en una entrevista televisiva. Según él, el Partido de la U se encuentra más sólido que nunca y sus tesis y plataformas no han sufrido resquebrajamiento. ¡Qué iluso! ¿Por qué entonces tiene que acudir a manejar un aparente respaldo del expresidente Uribe, cuando su deserción del uribismo es evidente y el cambio de su política ya solo obedece a la mermelada del gobierno? No se puede ser uribista en las regiones y santista en la capital. Muy pronto ese discurso ambivalente quedará también en evidencia y llegará la hora de asumir las consecuencias en las urnas.